viernes, 4 de febrero de 2011

Interior rectifica y saca del CIE a un boliviano

El hombre no debería haber estado allí. Pero ha estado. Treinta y ocho días ha estado. Lo detuvieron en el portal de casa cuando regresaba de trabajar, armado con dos cartones de leche para el niño y masticando su polvorón de pobre: a ver qué le regalaba al crío para Reyes, si el dinero no alcanza. No le libró ni llevar el pasaporte encima; ni carecer de antecedentes penales; ni tener un hijo español; ni ser solicitante de arraigo. Saltaba a la vista que era sudamericano. Tenía pendiente una vieja orden de expulsión. Metieron en harina al churrero. El hombre no debería haber estado allí. Así que los 38 días que se ha tirado en las tripas del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) se los ha pasado diciendo que aquello tenía que ser un error. Envuelto en una pesadilla de sudores fríos. Como cuando te confunden con otro. «Mi hijo, Óscar, ymi mujer dependen demí y demi trabajo para subsistir », nos relataba de puño y letra. «Yo, que pensé que había pasado por todo en la vida, no me imaginaba lo que seme venía encima». Se llama Óscar Salazar, es boliviano, solicitante de permiso de trabajo y residencia, tiene la orden de expulsión recurrida y es la prueba de que todo vale en las oscuras calderas de los CIE. Ésta es la historia del interno 3553 y su suerte de capicúa. La Delegación del Gobierno en Madrid decidió ayer soltar al reo y permutar la repatriación del inmigrante por una multa administrativa, toda vez que tiró de carpeta, miró el expediente y comprobó que Óscar, como decíamos –como decía él–, no debería haber estado allí. De haber conseguido doblegarle este sábado –cuando incluso la Policía llegó a subirle amarrado al avión de retorno, donde forcejeó durante más de una hora y pedía por favor que no lo devolvieran–, ahora sería un rastro a seguir, un número más en la lista de repatriados de Interior, humo clandestino. «En el CIE hay personas con familia, hijos, embarazadas a las que se llevan sin contemplación. Si se resisten, los golpean tanto que se plantean si vale la pena. Los que aquí tienen hijos no dudan en resistirse, y entonces la respuesta es cada vez más dura. Es tanta la impotencia que hay gente que decide intoxicarse y toma champú o traga pilas, para perder el vuelo y terminar en el hospital un par de días. Hasta que intentan echarlos otra vez. Nos embalan como a equipajes para que no puedas movilizarte y resistirte en el avión. Muchos optan por hacerse sus necesidades encima. Para que no puedan subirlos… Todo vale para no abandonar a tu mujer y a tu familia». Lo cuenta el churrero Óscar, quien desde que llegó a España hace cinco años sólo sabe de aceites y harina, levadura y domingos por la mañana amasando futuro. Con las porras se topó en la víspera de Nochebuena. Volvía de trabajar. Ni siquiera le dejaron subirle los cartones de leche al niño. Les enseñó su pasaporte de Bolivia. Contaba con su informe de inserción social del Ayuntamiento, con su oferta de trabajo, con el DNI del hijo español y con una hoja penal limpia como mañana de pueblo. Fue en vano. Cuando fue llevado ante el juez el día de Navidad y éste le preguntó al abogado de oficio que si podía acreditar la nacionalidad del hijo de su cliente, el letrado dijo que no. Porque ni siquiera se la pidió. Luego fue a comerse el pavo. Así que el crío cumplió sus dos años con el padre encerrado en el CIE deMadrid. «Este sábado intentaron deportarle por segunda vez», nos explica Edelaine, mujer brasileña de Óscar, que huele a lejía porque con la vida no le llega para Chanel. «Me ha contado que lo ataron de pies y manos con el avión en la pista y empezó a llorar. Les decía que tenía un niño. Se lo decía al comandante y éste le decía que él sólo hacía su trabajo. Intentaron sentarle en la silla y ponerle el cinturón. Se le pusieron dos encima para sentarlo. Él seguía gritando y pidiendo por favor. Estuvo una hora y 20minutos así. Si le hubieran deportado,me habría quedado con mi hijo y 450 euros almes, lo que saco limpiando… Al final el comandante dijo que lo bajaran del avión, que con un hombre así no podía volar». Treinta y ocho días encerrado. Ahora Interior rectifica. Hoy toca ir a la churrería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario